9 de agosto día de Edith S.
Nota publicada en “Cahiers II”, E. Leviatan 2022

Hoy, nueve de agosto es el día de Santa Teresa Benedicta de la Cruz. Ese día de 1942, Edith Stein murió en las cámaras de gas.
Estoy recibiendo a lo largo del día, mensajes por la conmemoración.
Sé que muchos piensan en mí este día, desde que me vieron interpretar a Edith en La séptima morada.
Ely Marino, antes priora del Carmelo de Mar del Plata, hoy en el de Luján, me ha dicho esta mañana que Edith me cuida, que se lo hizo saber.
Ya he escrito sobre los motivos que me llevaron a Edith, desde que compré sus libros hasta ser ella en la escena.
Aunque es un camino que me llevó años, cada vez que escribo en negro sobre blanco su nombre, soy ella.
Salgo al parque. Hundo mis pies en el pasto de la ciudad cubierta por la niebla gris.
Entro a la iglesia. Aquí no hay colores de niebla. Hay olor a silencio. Cierro los ojos. Recuerdo.
Muchas veces entré a iglesias para buscar refugio. Para recordar el beso perdido, el beso reencontrado, el beso deseado. Viví en conventos en Paris y en Roma. Siempre me sentí hermana de las hermanas. Yo, que canto alabanzas al Señor en hebreo, que digo kadish cuando prendo las velas del viernes, que al momento de bendecir el pan se me revela un mundo mejor, que yo soy más buena… busco la paz en las iglesias.
Las hermanas lo saben. El rabino también.
Quizás sea la fascinación por todas las imágenes –prohibidas en las sinagogas- por los cantos, por lo infinito en lo finito, por Yoshúa en la cruz, por las obras de arte, por todas las emociones que se cuelan al ver el éxtasis de Santa teresa en Nuestra Señora de las Victorias. La voz de mi hijo de diez años frente a La Pietá, de mi mano, al decir: –Sos vos y yo-. Lo acabo de llamar, y vuelve la lágrima al constatar que, aunque pasaran treinta y dos años, recordaba la escena. Esa asociación de la madre y el niño conmueve mis pasos que llevan el alma a caminar por las asociaciones.
El beso del amado es el beso de novios perdidos. Es el beso del amado en la noche oscura del alma, es el beso de Cristo en las hermanas de Teresa, de Edith cuando encuentra su verdad.
Milena Jesenská, en la lista de víctimas del nazismo figura como periodista. No judía, se puso la estrella amarilla cuando los nazis invadieron Praga. Signo de fraternidad. Edith no podía ponérsela. Debía esconderse. Resignificó su judaísmo y pidió a la Priora ser cordero del sacrificio para su pueblo. Murió habiendo elegido ser católica.
Max Alexander, padre benedictino, me confesó en su carta al ver mi Edith, su origen judío. Recuerdo el encuentro una mañana de lluvia cuando me recitó salmos en hebreo.
Abro los ojos que encuentran los ojos de las religiosas que me sonríen. Pensarán que soy devota.
Busco el rosario de mi Edith.
Elijo ser puente.